Génesis 27

1 Y ACONTECIÓ que cuando Isaac era viejo, y se le habían ofuscado los ojos de modo que ya no veía, llamó a Esaú, su hijo mayor, y le dijo: ¡Hijo mío! y él respondió: Heme aquí.
2 Y dijo: He aquí, yo soy ya viejo, y no sé el día de mi muerte.
3 Ahora pues toma tus armas, tu aljaba y tu arco, y sal al campo, y caza para mí alguna cosa,
4 y hazme manjares sabrosos, como me gustan, y tráemelos, para que yo coma y mi alma te bendiga antes que yo muera.
5 Y Rebeca, estaba escuchando mientras hablaba Isaac con Esaú su hijo. Y se fué Esaú al campo a cazar algo para traérselo.
6 Entonces Rebeca habló a Jacob su hijo, diciendo: He aquí, he oído a tu padre que hablaba con Esaú tu hermano, diciendo:
7 Tráeme caza, y hazme manjares sabrosos, para que yo coma y te bendiga delante de Jehová, antes de mi muerte.
8 Ahora bien, hijo mío, oye mi voz, conforme a lo que te voy a mandar.
9 Ruégote que vayas al rebaño, y me traigas de allí dos cabritos buenos; y yo haré de ellos manjares sabrosos para tu padre, como a él le gustan;
10 y los llevarás a tu padre, para que coma y te bendiga a ti antes de su muerte.
11 Pero Jacob dijo a Rebeca su madre: He aquí que Esaú mi hermano es hombre velludo, y yo, hombre de piel lisa.
12 Quizá me palpará mi padre, y seré en su concepto como quien se burla de él; así traeré sobre mí maldición, y no bendición.
13 Y le dijo su madre: Sobre mí recaiga tu maldición, hijo mío; oye tan lo mi voz, y anda, tráemelos.
14 Fué pues Jacob, y los trajo a su madre; e hizo su madre manjares sabrosos, como le gustaban a su padre.
15 Entonces Rebeca tomó ropas de Esaú, su hijo mayor, las más preciosas, que tenía consigo en la casa, y con ellas vistió a Jacob, su hijo menor.
16 Y las pieles de los cabritos se las puso sobre las manos, y sobre la parte lisa de su cerviz.
17 Luego puso los manjares sabrosos y el pan que había aparejado, en manos de Jacob su hijo,
18 el cual fué a su padre, y dijo: ¡Padre mío! y él respondió: Heme aquí: ¿quién eres, hijo mío?
19 Y dijo Jacob a su padre: Soy Esaú, tu primogénito; he hecho como me dijiste; levántate, te ruego, siéntate, y come de mi caza, para que me bendiga tu alma.
20 Entonces dijo Isaac a su hijo: ¿Cómo es que la hallaste tan pronto, hijo mío? Y él respondió: Porque Jehová tu Dios me deparó buen encuentro.
21 Dijo además Isaac a Jacob: Llégate acá, y te palparé, para saber si eres en realidad mi hijo Esaú, o no.
22 Llegóse por tanto Jacob a su padre Isaac, el cual le palpó, y dijo: La voz es voz de Jacob, pero las manos, manos de Esaú.
23 Y no acertó a conocerle, porque sus manos estaban vellosas, como las manos de Esaú su hermano; y así le bendijo.
24 Empero le dijo: ¿Eres tú en realidad mi hijo Esaú? Y él respondió: Lo soy.
25 Dijo por tanto: Acércamela, y comeré de la caza de mi hijo, para que le bendiga mi alma. Y él se la acercó, y comió; y le trajo vino, y bebió.
26 Entonces le dijo Isaac su padre: Acércate y bésame, hijo mío.
27 Acercóse pues y le besó: y él olió el olor de sus vestidos, y le bendijo, diciendo: y, ¡Mira, el olor de mi hijo es como el olor de un campo que Jehová ha bendecido!
28 ¡Déte Dios del rocío del cielo, y de las grosuras de la tierra, con abundancia de trigo y de vino!
29 ¡Sírvante pueblos, y póstrense delante de ti naciones: seas señor de tus hermanos, e inclínense a ti los hijos de tu madre! ¡Los que te maldijeren sean malditos, y benditos los que te bendijeren!
30 Y aconteció que apenas acababa Isaac de bendecir a Jacob, y no bien hubo salido Jacob de la presencia de Isaac su padre, cuando Esaú su hermano llegó de su caza.
31 E hizo él también manjares sabrosos y los trajo a su padre, y dijo a su padre: ¡Levántese mi padre, y coma de la caza de su hijo, para que me bendiga su alma!
32 Pero Isaac su padre le dijo: ¿Quién eres tú? Y él contestó: Soy tu hijo, tu primogénito, Esaú.
33 Entonces estremecióse Isaac con grande estremecimiento hasta lo sumo, y dijo: ¿Quién es pues aquel que tomó caza, y me la trajo, y yo he comido de todo antes de que tú vinieses, y también le he bendecido? ¡y será bendito!
34 Cuando Esaú oyó las palabras de su padre, clamó con clamor grande y sobremanera amargo, y dijo a su padre: ¡Bendíceme a mí, a mí también, oh padre mío!
35 Mas él respondió: Vino tu hermano con dolo, y tomó tú bendición.
36 Entonces él dijo: ¿No se le nombró bien Jacob? pues me ha suplantado estas dos veces: tomó mi primogenitura, y he aquí, ¡ahora me ha quitado mi bendición! Y dijo: ¿No has reservado una bendición para mí?
37 Mas Isaac respondió y dijo a Esaú: He aquí, por señor tuyo le he puesto, y le he dado por siervos a todos sus hermanos: de trigo también y de vino le he surtido; y por ti ¿qué podré hacer ahora, hijo mío?
38 Entonces dijo Esaú a su padre: ¿No tienes más que una sola bendición, padre mío? ¡Bendíceme a mí, a mí también, oh padre mío! Y levantó Esaú la voz y lloró.
39 Respondió entonces Isaac su padre, y dijo: He aquí, provista de las grosuras de la tierra será tu habitación, y del rocío del cielo desde arriba;
40 y por tu espada vivirás, y a tu hermano servirás; mas será que, conforme te vayas libertando, sacudirás su yugo de sobre tu cerviz.
41 Y Esaú aborreció a Jacob por motivo de la bendición con que le había bendecido su padre; y decía Esaú en su corazón: Se acercan ya los días del duelo por mi padre; entonces mataré a Jacob mi hermano.
42 Y fueron contadas a Rebeca las palabras de Esaú, su hijo mayor; por lo cual envió y llamó a Jacob, su hijo menor, y le dijo: He aquí que tu hermano Esaú va a vengarse de ti, matándote.
43 Ahora pues, hijo mío, oye mi voz, y levántate y huye a casa de Labán, mi hermano, a Carán;
44 y estáte con él algunos días, hasta que calme la cólera de tu hermano;
45 hasta que la ira de tu hermano se aparte de ti, y él se olvide de lo que le has hecho: yo enviaré entonces, y te traeré de allá. ¿Por qué he de quedar sin hijos, privándoseme de ambos de vosotros en un mismo día?
46 Dijo pues Rebeca a Isaac: Fastidiada de la vida estoy con motivo de las hijas de Het: si Jacob toma mujer de las hijas de Het, tales como éstas, de las hijas de esta tierra, ¿de qué me servirá ya la vida?

Comentario de Génesis 27 por Matthew Henry

En este capítulo volvemos a la historia típica de la lucha entre Esaú y Jacob. Esaú había profanado vendiendo el derecho de primogenitura a Jacob; pero Esaú esperaba que nunca sería más pobre ni Jacob más rico por ese trato, siempre y cuando conservara su interés en el afecto de su padre y asegurara la bendición. Aquí, por lo tanto, encontramos cómo fue justamente castigado por su desprecio del derecho de primogenitura (del cual se privó tontamente) con la pérdida de la bendición, de la cual Jacob lo priva fraudulentamente. Así se explica esta historia en Hebreos 12:16, 17: “Porque vendió el derecho de primogenitura, cuando quiso heredar la bendición fue rechazado”. Porque aquellos que desprecian el nombre y la profesión de la religión, y los arrojan por una bagatela, pierden así los poderes y privilegios de la misma. Aquí tenemos: I. El propósito de Isaac de conceder la bendición a Esaú (versículos 1-5). II. El plan de Rebeca para obtenerla para Jacob (versículos 6-17). III. La exitosa ejecución del plan por parte de Jacob y su obtención de la bendición (versículos 18-29). IV. El resentimiento de Esaú por esto, en el cual, 1. Su gran insistencia con su padre para obtener una bendición (versículos 30-40). 2. Su gran enemistad hacia su hermano por defraudarlo de la primera bendición (versículo 41 en adelante).

Génesis 27:1-5

Aquí está, I. El designio de Isaac de hacer su testamento y declarar a Esaú como su heredero. La promesa del Mesías y la tierra de Canaán era un gran encargo, primero confiado a Abraham, inclusivo y típico de bendiciones espirituales y eternas; esto, por dirección divina, lo transmitió a Isaac. Isaac, siendo ya viejo, y no conociendo, o no entendiendo, o no considerando debidamente, el oráculo divino acerca de sus dos hijos, que el mayor serviría al menor, resuelve conceder todo el honor y poder que estaban envueltos en la promesa a Esaú, su hijo mayor. En esto fue guiado más por el afecto natural y el método común de establecimientos, de lo que debería haber sido, si sabía (como es probable que lo sabía) las indicaciones que Dios había dado sobre su voluntad en este asunto. Nota: Somos muy propensos a tomar nuestras decisiones más por nuestra razón que por la revelación divina, y a menudo nos equivocamos; pensamos que los sabios y eruditos, los poderosos y nobles, deberían heredar la promesa; pero Dios no ve como ve el hombre. Ver 1 Samuel 16:6, 7.

II. Las instrucciones que dio a Esaú, de acuerdo con este diseño. Lo llama a su lado (versículo 1). Porque Esaú, aunque estaba casado, aún no se había mudado; y aunque había entristecido mucho a sus padres con su matrimonio, parece que no lo habían expulsado, sino que, al parecer, estaban bastante reconciliados con él y lo habían aceptado lo mejor que podían. Nota: Los padres que están justamente ofendidos con sus hijos no deben ser implacables hacia ellos.

  1. Le dice en qué consideraciones resolvió hacerlo ahora (versículo 2): “Estoy viejo y, por lo tanto, moriré pronto, sin embargo, no sé el día de mi muerte ni cuándo debo morir; por lo tanto, haré ahora lo que debe hacerse en algún momento”. Nota: (1.) Las personas mayores deben ser recordadas por las crecientes limitaciones de la edad a hacer rápidamente y con toda la energía que les queda lo que su mano encuentra que debe hacer. Ver Josué 13:1. (2.) La consideración de la incertidumbre del momento de nuestra partida de este mundo (acerca de la cual Dios nos ha mantenido sabiamente en la oscuridad) debería estimularnos a hacer la obra del día en su día. El corazón y la casa deben estar en orden, porque a una hora que no pensamos viene el Hijo del Hombre; porque no sabemos el día de nuestra muerte, nos concierne ocuparnos en los asuntos de la vida.
  2. Le ordena que prepare todo para la solemnidad de la ejecución de su testamento, mediante el cual pretendía nombrarlo como su heredero (versículos 3-4). Esaú debe salir a cazar y traer alguna carne de caza, que su padre comerá y luego lo bendecirá. Con esto, no tanto pretendía el refrigerio de su propio espíritu, para que pudiera dar la bendición de manera animada, como comúnmente se piensa, sino más bien recibir una nueva muestra del deber y afecto filial de su hijo hacia él, antes de otorgarle este favor. Tal vez Esaú, desde que se casó, había llevado la carne de caza a sus esposas y raramente a su padre, como antes (Génesis 25:28), y por lo tanto Isaac, antes de bendecirlo, quería que le mostrara este signo de respeto. Nota: Es apropiado que, si el menor es bendecido por el mayor, el mayor sea servido y honrado por el menor. Él dice: “Para que mi alma te bendiga antes de que yo muera”. Nota: (1.) La oración es la obra del alma, no solo de los labios; así como el alma debe estar ocupada en bendecir a Dios (Salmo 103:1), también debe estar ocupada en bendecirse a sí misma y a los demás: la bendición no llegará al corazón si no viene del corazón. (2.) La obra de la vida debe hacerse antes de morir, porque no se puede hacer después (Eclesiastés 9:10); y es muy deseable, cuando lleguemos a la muerte, no tener nada más que hacer que morir. Isaac vivió más de cuarenta años después de esto; por lo tanto, que nadie piense que morirá más pronto por hacer sus testamentos y prepararse para la muerte.

Génesis 26:6-17

Rebeca aquí está tramando procurar para Jacob la bendición que estaba destinada a Esaú; y aquí,

I. El propósito era bueno, porque ella fue guiada en esta intención por el oráculo de Dios, por el cual había sido dirigida al dispensar sus afectos. Dios había dicho que sería así, que el mayor serviría al menor; y por lo tanto, Rebeca resuelve que así será, y no puede soportar ver a su esposo diseñando frustrar el oráculo de Dios. Pero,

II. Los medios eran malos y de ninguna manera justificables. Si no era una injusticia hacia Esaú privarlo de la bendición (él mismo la había perdido al vender el derecho de primogenitura), aún así era una injusticia hacia Isaac, aprovecharse de su debilidad para engañarlo; también era una injusticia hacia Jacob, a quien enseñó a engañar, poniendo una mentira en su boca, o al menos poniendo una en su mano derecha. También lo expondría a dudas interminables sobre la bendición, si la obtuviera de manera fraudulenta, si le serviría a él o a su posteridad de alguna manera, especialmente si su padre la revocara, al descubrir el engaño, y argumentara, como podría hacerlo, que había sido anulada por un error personae, un error de la persona. Él mismo también era consciente del peligro, por si acaso (v. 12), no obtuviera la bendición, como probablemente podría haber hecho, se traería sobre sí la maldición de su padre, que temía más que cualquier otra cosa; además, se exponía a la maldición divina que se pronuncia sobre aquel que hace que el ciego se desvíe del camino, Deuteronomio 27:18. Si Rebeca, cuando escuchó a Isaac prometer la bendición a Esaú, hubiera ido, a su regreso de la caza, a Isaac, y, con humildad y seriedad, lo hubiera recordado de lo que Dios había dicho sobre sus hijos, si además le hubiera mostrado cómo Esaú había perdido la bendición tanto al vender su derecho de primogenitura como al casarse con esposas extranjeras, es probable que Isaac se hubiera dejado persuadir conscientemente a conferir la bendición a Jacob, y no hubiera necesitado ser engañado de esta manera. Esto habría sido honorable y loable, y habría lucido bien en la historia; pero Dios la dejó a sí misma, para que tomara este camino indirecto, para que Él pudiera tener la gloria de sacar el bien del mal, y de servir a sus propósitos a través de los pecados y locuras de los hombres, y para que nosotros pudiéramos tener la satisfacción de saber que, aunque hay tanta maldad y engaño en el mundo, Dios lo gobierna según su voluntad, para su propia alabanza. Ver Job 12:16, Con él están la fuerza y la sabiduría, el engañado y el engañador son suyos. Isaac había perdido el sentido de la vista, que, en este caso, no podía haber sido engañado, ya que la Providencia había ordenado de manera admirable la diferencia de rasgos para que no haya dos caras exactamente iguales: la conversación y el comercio apenas se podrían mantener si no hubiera tanta variedad. Por lo tanto, ella intenta engañar, 1. Su sentido del gusto, cocinando algunas piezas selectas de cabrito, sazonándolas, sirviéndolas de manera que hiciera creer que eran de venado: esto no fue difícil de hacer. Vemos la tontería de aquellos que son exigentes y curiosos en su apetito, y se enorgullecen de complacerlo. Es fácil engañarlos con lo que pretenden despreciar y no les gusta, tal vez difiere muy poco de lo que prefieren decididamente. Salomón nos dice que las delicias son alimentos engañosos; porque es posible que nos engañen de más de una manera, Proverbios 23:32. 2. Su sentido del tacto y del olfato. Ella puso la ropa de Esaú sobre Jacob, su mejor ropa, que se suponía que Esaú se pondría en señal de alegría y respeto a su padre cuando recibiera la bendición. Isaac sabía que eran de Esaú por la tela, la forma y el olor. Si queremos obtener una bendición de nuestro Padre celestial, debemos venir por ella con las vestiduras de nuestro hermano mayor, vestidos con su justicia, quien es el primogénito entre muchos hermanos. Para que la suavidad y la suavidad de las manos y el cuello de Jacob no lo traicionaran, ella los cubrió, y probablemente parte de su rostro, con las pieles de los cabritos recién sacrificados, versículo 16. Esaú era realmente áspero cuando nada menos que esto serviría para hacer que Jacob se pareciera a él. Aquellos que pretenden parecer rudos y ásperos en su comportamiento ponen la bestia sobre el hombre y realmente se avergüenzan al disfrazarse de esta manera. Y, por último, fue una palabra muy temeraria que habló Rebeca cuando Jacob objetó el peligro de una maldición: “Sobre mí sea tu maldición, hijo mío”, versículo 13. Cristo, de hecho, quien es poderoso para salvar, porque es poderoso para soportar, ha dicho: “Sobre mí sea la maldición, solo obedece mi voz”; él ha llevado la carga de la maldición, la maldición de la ley, por todos aquellos que asumen el yugo del mandamiento, el mandamiento del evangelio. Pero es demasiado audaz para cualquier criatura decir: “Sobre mí sea la maldición”, a menos que sea esa maldición sin causa que estamos seguros de que no vendrá, Proverbios 26:2.

Génesis 27:18-29

Observemos aquí, I. El arte y la seguridad con los que Jacob gestionó esta intriga. ¿Quién habría pensado que este hombre sencillo podría haber desempeñado tan bien su papel en un diseño de esta naturaleza? Su madre lo puso en el camino de ello y lo alentó en ello, y él se aplicó hábilmente a esos métodos a los que nunca se había acostumbrado, pero siempre había concebido un aborrecimiento. Nota: Mentir se aprende rápidamente. El salmista habla de aquellos que, tan pronto como nacen, hablan mentiras, Salmo 58:3; Jeremías 9:5. Me pregunto cómo el honesto Jacob pudo cambiar tan rápidamente su lengua para decir (versículo 19): “Yo soy Esaú, tu primogénito”; ni veo cómo el intento de algunos de absolverlo con esa equivocación, “Soy hecho tu primogénito”, es decir, por compra, le sirve de algo; porque cuando su padre le preguntó (versículo 24): “¿Eres tú mi hijo Esaú?”, él dijo: “Yo soy”. ¿Cómo pudo decir: “He hecho como me mandaste”, cuando no había recibido ningún mandato de su padre, sino que estaba haciendo lo que su madre le había ordenado? ¿Cómo pudo decir: “Come de mi venado”, cuando sabía que no venía del campo, sino del redil? Pero especialmente me pregunto cómo pudo tener la audacia de atribuirlo a Dios y usar su nombre en el engaño (versículo 20): “El Señor tu Dios me lo trajo”. ¿Es este Jacob? ¿Es este Israel realmente, sin engaño? Ciertamente está escrito, no para nuestra imitación, sino para nuestra admonición. Quien piense que está en pie, mire que no caiga. Los hombres buenos a veces han fallado en el ejercicio de esas gracias por las cuales han sido más eminentes.

II. El éxito de esta gestión. Jacob con cierta dificultad logró su objetivo y obtuvo la bendición.

  1. Isaac al principio estaba insatisfecho y habría descubierto el fraude si hubiera podido confiar en sus propios oídos; porque la voz era la voz de Jacob, versículo 22. La Providencia ha ordenado una extraña variedad de voces, así como de rostros, lo cual también es útil para evitar que nos engañen; y la voz es algo que no se disfraza ni se falsifica fácilmente. Esto puede aludir para ilustrar el carácter de un hipócrita. Su voz es la voz de Jacob, pero sus manos son las de Esaú. Habla el lenguaje de un santo, pero hace las obras de un pecador; pero el juicio será, como aquí, por las obras.
  2. Finalmente, cedió al poder del engaño, porque las manos eran velludas (versículo 23), sin considerar cuán fácil era falsificar esa circunstancia; y ahora Jacob lo lleva a cabo hábilmente, pone su venado delante de su padre y espera en la mesa con mucho oficio, hasta que se termine la cena y la bendición se pronuncie al final de esta solemne fiesta. Lo que en cierto grado atenúa el delito de Rebeca y Jacob es que el fraude tenía la intención, no tanto de acelerar el cumplimiento, como de evitar la contradicción, del oráculo de Dios: la bendición estaba a punto de ponerse en la cabeza equivocada, y ellos pensaron que era hora de ponerse en marcha. Ahora veamos cómo Isaac le dio la bendición a Jacob, versículos 26-29. (1.) Lo abrazó, en señal de una afecto especial hacia él. Aquellos que son bendecidos por Dios son besados con los besos de su boca, y ellos, por amor y lealtad, besan al Hijo, Salmo 2:12. (2.) Lo alabó. Olió el olor de su vestidura y dijo: “Mira, el olor de mi hijo es como el olor de un campo que el Señor ha bendecido”, es decir, como el de las flores y especias más fragantes. Parecía que Dios lo había bendecido, y por lo tanto Isaac lo bendeciría. (3.) Oró por él, y profetizó sobre él. Es el deber de los padres orar por sus hijos y bendecirlos en nombre del Señor. Y así, además de su bautismo, hacer lo que puedan para preservar y perpetuar el vínculo del pacto en sus familias. Pero esta fue una bendición extraordinaria; y la Providencia así la ordenó que Isaac la concediera a Jacob ignorante y por error, para que pareciera que él estaba en deuda con Dios por ella, y no con Isaac. Jacob es bendecido aquí con tres cosas: [1.] Abundancia (versículo 28), el cielo y la tierra cooperando para enriquecerlo. [2.] Poder (versículo 29), especialmente dominio sobre sus hermanos, es decir, Esaú y su descendencia. [3.] Preeminencia con Dios y un gran interés en el Cielo: “Maldito sea todo aquel que te maldiga, y bendito sea el que te bendiga. Que Dios sea amigo de todos tus amigos y enemigo de todos tus enemigos”. Ciertamente se incluye más en esta bendición de lo que parece a primera vista. Debe ser una transmisión de la promesa del Mesías y de la iglesia; esto era, en el lenguaje patriarcal, la bendición: algo espiritual, sin duda, está incluido en ella. En primer lugar, de él debe venir el Mesías, que tendría un dominio soberano en la tierra. Era la rama principal de su familia, a quien la gente serviría y las naciones se postrarían. Ver Números 24:19, De Jacob saldrá aquel que tendrá dominio, la estrella y el cetro, versículo 17. El dominio de Jacob sobre Esaú era solo un tipo de esto, Génesis 49:10. En segundo lugar, de él debe venir la iglesia, que debería ser particularmente reconocida y favorecida por el Cielo. Fue parte de la bendición de Abraham, cuando primero fue llamado a ser el padre de los fieles, Génesis 12:3: “Bendeciré a los que te bendigan”; por lo tanto, cuando Isaac más tarde confirmó la bendición a Jacob, la llamó la bendición de Abraham, Génesis 28:4. Balaam también lo explica, Números 24:9. Nota, la mejor y más deseable bendición es estar en relación con Cristo y su iglesia, y estar interesado en el poder de Cristo y en los favores de la iglesia.

Génesis 27:30-40

Aquí tenemos, I. La bendición del pacto negada a Esaú. El que hizo tan ligero del derecho de primogenitura ahora habría heredado la bendición, pero fue rechazado y no halló lugar de arrepentimiento en su padre, aunque lo buscó con lágrimas, como se dice en Hebreos 12:17. Observa, 1. Cómo buscó cuidadosamente la bendición. Preparó la comida sabrosa como su padre le había indicado y luego rogó por la bendición que su padre le había animado a esperar, versículo 31. Cuando se enteró de que Jacob la había obtenido de manera subrepticia, clamó con un gran llanto amargo, versículo 34. Ningún hombre podría haber tomado la decepción más a pecho que él; hizo resonar la tienda de su padre con su aflicción y, nuevamente (versículo 38), alzó su voz y lloró. Nota: Llegará el día en que aquellos que ahora desprecian las bendiciones del pacto y venden su derecho a ellas por algo sin valor, las buscarán en vano con insistencia. Aquellos que ni siquiera se molestan en pedir y buscar ahora golpearán pronto y clamarán: “¡Señor, Señor!” Los que menosprecian a Cristo serán entonces humildes suplicantes ante él. Los despreciadores de Cristo probablemente serán los que buscarán en vano. 2. Cómo fue rechazado. Isaac, cuando se dio cuenta por primera vez de la imposición que se había practicado sobre él, tembló mucho, versículo 33. Aquellos que siguen la elección de sus propias inclinaciones, en lugar de los dictados de la voluntad divina, se envuelven en tales perplejidades como estas. Pero pronto se recupera y ratifica la bendición que había dado a Jacob: Lo he bendecido y será bendito; él podría, con fundamentos muy plausibles, haberla retirado, pero ahora, finalmente, se da cuenta de que estaba en un error cuando la destinó para Esaú. Ya sea que él mismo recordara el oráculo divino o, más bien, que se llenó más que ordinariamente del Espíritu Santo cuando dio la bendición a Jacob, percibió que Dios, por así decirlo, decía Amén a ella. Ahora bien, (1.) Jacob quedó confirmado en su posesión de la bendición y tuvo abundantes razones para esperar que Dios pasara por alto y perdonara su mala conducta. (2.) Isaac se sometió a la voluntad de Dios, aunque contradecía sus propias expectativas y afectos. Él deseaba darle la bendición a Esaú, pero, cuando percibió que la voluntad de Dios era diferente, se sometió; y esto lo hizo por fe (Hebreos 11:20), al igual que Abraham antes que él, cuando había solicitado por Ismael. ¿No puede Dios hacer lo que quiera con lo suyo? (3.) Esaú fue cortado de la expectativa de esa bendición especial que pensó haber conservado para sí mismo cuando vendió su derecho de primogenitura. Por medio de este ejemplo, se nos enseña [1.] Que no depende del que quiere, ni del que corre, sino de Dios que tiene misericordia, Romanos 9:16. El apóstol parece aludir a esta historia. Esaú tenía un buen deseo de la bendición y compitió por ella, pero Dios, que tenía misericordia, la destinó para Jacob, para que el propósito de Dios según la elección permaneciera, versículo 11. Los judíos, como Esaú, buscaron la ley de la justicia (versículo 31), pero se perdieron la bendición de la justicia, porque la buscaron por las obras de la ley (versículo 32), mientras que los gentiles, que como Jacob, la buscaron por fe en el oráculo de Dios, la obtuvieron por la fuerza, con la violencia que el reino de los cielos sufre. Véase Mateo 11:12. [2.] Que aquellos que subestiman su derecho de nacimiento espiritual y pueden venderlo por un bocado de comida, pierden las bendiciones espirituales, y es justo que Dios les niegue esos favores de los que se mostraron descuidados. Aquellos que están dispuestos a renunciar a su sabiduría y gracia, a su fe y a una buena conciencia, por los honores, la riqueza o los placeres de este mundo, aunque pretendan un celo por la bendición, ya se han juzgado indignos de ella, y así será su destino. [3.] Que aquellos que levantan las manos en ira las levantan en vano. Esaú, en lugar de arrepentirse de su propia locura, injurió a su hermano, lo acusó injustamente de quitarle el derecho de primogenitura que le había vendido (versículo 36) y concibió malicia contra él por lo que había hecho, versículo 41. Aquellos que no tienen probabilidades de éxito en la oración, que convierten en contra de sus hermanos los resentimientos que deberían volver contra sí mismos, y que echan la culpa de sus fracasos a otros cuando deberían avergonzarse de sí mismos. [4.] Que aquellos que no buscan hasta que sea demasiado tarde serán rechazados. Esta fue la ruina de Esaú, él no vino a tiempo. Así como hay un tiempo aceptable, un tiempo en que Dios será encontrado, así también hay un tiempo en que él no responderá a aquellos que lo llaman, porque descuidaron el tiempo señalado. Véase Proverbios 1:28. El tiempo de la paciencia de Dios y de nuestra prueba no durará para siempre; el día de la gracia llegará a su fin y la puerta se cerrará. Entonces muchos que ahora desprecian la bendición la buscarán cuidadosamente; porque entonces sabrán cómo valorarla y se verán perdidos, para siempre perdidos, sin ella, pero en vano, Lucas 13:25–27. ¡Oh, si nosotros en este día nuestro supiéramos las cosas que pertenecen a nuestra paz!

II. Aquí hay una bendición común otorgada a Esaú.

  1. Esto lo deseó: Bendíceme también, versículo 34. ¿No has reservado una bendición para mí? versículo 36. Nota, (1.) Los peores hombres saben cómo desear el bien para sí mismos; e incluso aquellos que venden su derecho de primogenitura de manera profana parecen desear piadosamente la bendición. Deseos débiles de felicidad, sin una elección correcta del fin y un uso correcto de los medios, engañan a muchos en su propia ruina. Multitudes van al infierno con la boca llena de buenos deseos. El deseo del perezoso e incrédulo los mata. Muchos tratarán de entrar, como Esaú, que no podrán hacerlo, porque no lucharon, Lucas 13:24. (2.) La mayoría de las personas tienen la tontería de que están dispuestas a conformarse con cualquier bien (Salmo 4:6), como Esaú aquí, que deseaba solo una bendición de segundo grado, una bendición separada del derecho de primogenitura. Los corazones profanos piensan que cualquier bendición es tan buena como la del oráculo de Dios: ¿No tienes más que una? Como si hubiera dicho: “Aceptaré cualquier cosa: aunque no tenga la bendición de la iglesia, déjame tener alguna bendición”.
  2. Esto lo tuvo; y que lo aproveche al máximo, versículos 39, 40.

(1.) Fue algo bueno y mejor de lo que se merecía. Le fue prometido: [1.] Que tendría un sustento adecuado: la gordura de la tierra y el rocío del cielo. Nota, Aquellos que no alcanzan las bendiciones del pacto aún pueden tener una buena parte de las bendiciones externas. Dios da buena tierra y buen clima a muchos que rechazan su pacto y no tienen parte en él. [2.] Que gradualmente recuperaría su libertad. Si Jacob debe gobernar (versículo 29), Esaú debe servir; pero esto lo consuela, vivirá de su espada. Él servirá, pero no pasará hambre; y, finalmente, después de muchas escaramuzas, romperá el yugo de la esclavitud y llevará marcas de libertad. Esto se cumplió (2 Reyes 8:20, 22) cuando los edomitas se rebelaron.

(2.) Aún así, quedaba lejos de la bendición de Jacob. Para él, Dios había reservado algo mejor. [1.] En la bendición de Jacob, el rocío del cielo se coloca en primer lugar, como lo que más valoraba, deseaba y en lo que dependía; en la de Esaú, la gordura de la tierra se coloca en primer lugar, porque era a esto a lo que tenía el primer y principal interés. [2.] Esaú tenía estas bendiciones, pero Jacob las tenía de la mano de Dios: Que Dios te dé el rocío del cielo, versículo 28. Fue suficiente para Esaú tener la posesión, pero Jacob la deseaba por promesa y por amor de pacto. [3.] Jacob tendrá dominio sobre sus hermanos; de aquí que los israelitas a menudo gobernaron sobre los edomitas. Esaú tendrá dominio, es decir, ganará algo de poder e influencia, pero nunca tendrá dominio sobre su hermano: nunca encontramos que los judíos fueran entregados a los edomitas ni que los oprimieran. Pero la gran diferencia es que en la bendición de Esaú no hay nada que apunte a Cristo, nada que lo traiga a él o a los suyos a la iglesia y al pacto de Dios, sin lo cual la gordura de la tierra y el saqueo del campo le servirán de poco. Así que Isaac, por fe, los bendijo a ambos según sería su suerte. Algunos observan que Jacob fue bendecido con un beso (versículo 27), pero Esaú no.

Génesis 27:41-46

Aquí encontramos, I. La malicia que Esaú sentía hacia Jacob a causa de la bendición que había obtenido, versículo 41. Así siguió el camino de Caín, quien mató a su hermano porque este había obtenido la aceptación de Dios de la que él mismo se había hecho indigno. El odio de Esaú hacia Jacob fue, 1. Un odio injustificado. Lo odiaba por ninguna otra razón más que porque su padre lo bendijo y Dios lo amaba. Nota: La felicidad de los santos es la envidia de los pecadores. A quienes el Cielo bendice, el infierno los maldice. 2. Fue un odio cruel. Nada menos que matar a su hermano lo satisfaría. Es la sangre de los santos lo que los perseguidores desean: Mataré a mi hermano. ¿Cómo pudo decir esa palabra sin horror? ¿Cómo pudo llamarlo hermano y, sin embargo, jurar su muerte? Nota: La rabia de los perseguidores no se detendrá por ningún tipo de restricciones, ni siquiera las más fuertes y sagradas. 3. Fue un odio político. Esperaba que su padre muriera pronto y que luego se probarían los títulos y se disputarían los intereses entre los hermanos, lo que le daría una buena oportunidad para la venganza. No le parece suficiente vivir por su espada (versículo 40), a menos que su hermano muera por ella. Le da pesar afligir a su padre mientras viva, y por lo tanto pospone el asesinato previsto hasta su muerte, sin importarle cuánto afligirá entonces a su madre sobreviviente. Nota: (1.) Los hijos malos son aquellos para quienes sus buenos padres son una carga, y quienes, por cualquier motivo, anhelan los días de luto por ellos. (2.) Los hombres malos son mantenidos durante mucho tiempo por restricciones externas para hacer el daño que quieren hacer, y así sus propósitos malvados se frustran. (3.) Aquellos que piensan en vano en desbaratar los propósitos de Dios serán sin duda ellos mismos decepcionados. Esaú apuntaba a prevenir a Jacob, o a su descendencia, de tener el dominio, quitándole la vida antes de que se casara; pero, ¿quién puede anular lo que Dios ha hablado? Los hombres pueden fruncir el ceño ante los consejos de Dios, pero no pueden cambiarlos.

II. El método que Rebeca tomó para prevenir el peligro.

  1. Ella advirtió a Jacob sobre su peligro y le aconsejó que se retirara por un tiempo y que cuidara de su propia seguridad. Le cuenta lo que había oído sobre el designio de Esaú, que se consolaba con la esperanza de una oportunidad para matar a su hermano, versículo 42. ¿Quién pensaría que un pensamiento tan sangriento y bárbaro como este podría ser un consuelo para un hombre? Si Esaú hubiera mantenido su designio en secreto, su madre no lo habría sospechado; pero la insolencia de los hombres en el pecado a menudo es su insensatez; y no pueden lograr su maldad porque su furia es demasiado violenta para ser ocultada, y un ave del aire lleva la voz. Observa aquí, (1.) Lo que temía Rebeca, que podría ser privada de ambos en un mismo día (versículo 45), privada no solo del asesinado, sino del asesino, a quien ya sea por el magistrado o por la mano inmediata de Dios se le sacrificaría a la justicia, lo cual ella misma debía aceptar y no obstruir: o, si no fuera así, a partir de ese momento se vería privada de toda alegría y consuelo en él. Aquellos que se pierden para la virtud son, en cierto sentido, perdidos para todos sus amigos. ¿Con qué placer se puede mirar a un hijo que no puede ser visto como otro que como un hijo del diablo? (2.) Lo que esperaba Rebeca, que si Jacob se mantenía fuera de la vista por un tiempo, el agravio que su hermano resentía con tanta vehemencia gradualmente se iría de su mente. La fuerza de las pasiones se debilita y disminuye por las distancias tanto de tiempo como de lugar. Ella se prometió a sí misma que la ira de su hermano se desviaría. Nota: Ceder aplaca grandes ofensas; e incluso aquellos que tienen una buena causa y a Dios de su lado deben usar esto junto con otros expedientes prudentes para su propia preservación.
  2. Ella impresionó a Isaac con la idea de la necesidad de que Jacob fuera entre sus parientes por otra razón, que era tomar esposa, versículo 46. No le contaría sobre el malvado designio de Esaú contra la vida de Jacob, para no preocuparlo; pero prudentemente tomó otro camino para lograr su objetivo. Isaac vio tan incómodo como lo estaba Esaú por estar en un yugo desigual con los hititas; y, por lo tanto, con un motivo muy válido, pidió que Jacob se casara con alguien que estuviera mejor principiada. Nota: Un error debe servir como advertencia para evitar otro; aquellos que son descuidados, ciertamente, aquellos que tropiezan dos veces con la misma piedra. Sin embargo, Rebeca parece haberse expresado de manera algo demasiado enérgica en el asunto, cuando dijo: ¿De qué me servirá la vida si Jacob se casa con una cananea? Gracias a Dios, toda nuestra comodidad no está depositada en una sola mano; podemos hacer el trabajo de la vida y disfrutar de las comodidades de la vida, aunque no todo salga a nuestro gusto y aunque nuestras relaciones no sean en todos los aspectos agradables para nosotros. Tal vez Rebeca habló con esta preocupación porque vio que era necesario, para estimular a Isaac, dar órdenes rápidas en este asunto. Observa, aunque Jacob mismo era muy prometedor y estaba bien establecido en su religión, aún necesitaba ser apartado de la tentación. Incluso él estaba en peligro de seguir el mal ejemplo de su hermano y de caer en una trampa por ello. No debemos presumir demasiado de la sabiduría y resolución, ni siquiera de esos hijos que son más esperanzadores y prometedores; pero debemos cuidar de mantenerlos fuera del camino del peligro.

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