1 Y ABRAHAM era ya viejo, entrado en días; y Jehová había bendecido a Abraham en todo.
2 Y dijo Abraham a su siervo, el anciano de su casa, el cual gobernaba todo lo que tenía: Ruégote pongas tu mano debajo de mi muslo,
3 y te juramentaré por Jehová, Dios del cielo y Dios de la tierra, que no tomarás mujer para mi hijo de las hijas de los Cananeos entre quienes habito;
4 sino que irás a mi tierra y a mi parentela, y tomarás de allí mujer para mi hijo Isaac.
5 Y le dijo el siervo: Tal vez no querrá la mujer seguirme a esta tierra; ¿haré en tal caso que vuelva tu hijo a la tierra de donde saliste?
6 Y le respondió Abraham: ¡Guárdate de hacer volver a mi hijo allá!
7 Jehová, el Dios del cielo, que me tomó de la casa de mi padre y de la tierra de mi nacimiento, y que me habló y me juró, diciendo: A tu simiente daré esta tierra; él enviará su ángel delante de ti, de modo que puedas tomar de allí mujer para mi hijo.
8 Y si la mujer no quisiere seguirte, entonces estarás libre de este mi juramento, con tal que no hagas volver a mi hijo allá.
9 Y puso el siervo su mano debajo del muslo de Abraham, su señor, y juróle sobre este asunto.
10 Entonces tomó el siervo diez camellos, de los camellos de su señor, y fué, llevando consigo de lo mejor de todos los bienes de su señor. Levantóse pues, y fué a Mesopotamia, a la ciudad de Nacor.
11 E hizo arrodillar los camellos fuera de la ciudad, junto al pozo de las aguas, a la hora de la tarde, cuando salen las mozas a sacar agua.
12 Y dijo: Jehová, Dios de mi señor Abraham, ruégote me depares buen encuentro hoy, y que uses de benevolencia para con mi señor Abraham.
13 Heme aquí en pie junto a la fuente de las aguas, y las hijas de los hombres de la ciudad están saliendo a sacar agua;
14 suceda pues que la joven a quien yo dijere: Abaja, te ruego, tu cántaro para que yo beba; y ella respondiere: Bebe tú, y también a tus camellos daré de beber; sea ésta la que designaste para tu siervo Isaac; y en esto conoceré que has usado de benevolencia para con mi señor.
15 Y fué así que antes que acabase de hablar, he aquí a Rebeca que salía con su cántaro al hombro; la misma que había nacido a Betuel, hijo de Milca, mujer de Nacor, hermano de Abraham.
16 Y la joven era de muy hermoso parecer, virgen, a la que no había conocido varón; y bajó a la fuente, y llenó su cántaro, y subía,
17 cuando corrió el siervo a su encuentro, y dijo: Ruégote me des a beber un poco de agua de tu cántaro.
18 Y ella respondió: Bebe, señor mío: y dióse prisa a bajar el cántaro sobre su mano, y dióle de beber.
19 Y luego que acabó de darle de beber, ella dijo: También sacaré para tus camellos, hasta que acaben de beber.
20 Y vaciando prestamente su cántaro en la pila, corrió otra vez al pozo para sacar agua, y sacó para todos sus camellos.
21 Y el hombre fijando en ella la vista, callaba, por saber si Jehová había prosperado su camino o no.
22 Y sucedió que como acabasen los camellos de beber, tomó el hombre un pendiente de oro, de medio siclo de peso, y dos brazaletes para poner sobre sus manos, del peso de diez siclos de oro.
23 Y dijo: ¿De quién eres hija? Dime, te ruego, si hay en casa de tu padre lugar donde podamos posar.
24 Y ella le respondió: Hija soy de Betuel, hijo de Milca, que parió ella a Nacor.
25 Le dijo además: También tenemos paja, y asimismo forraje en abundancia, y lugar donde posar.
26 Entonces postróse el hombre, y adoró a Jehová;
27 y dijo: ¡Bendito sea Jehová, el Dios de mi señor Abraham, que no ha apartado su benevolencia y su fidelidad de mi señor! estando yo en el camino, guióme Jehová a la casa de los hermanos de mi señor.
28 Y corrió la joven, y contó en casa de su madre estas cosas.
29 Y tenía Rebeca un hermano que se llamaba Labán. Corrió entonces Labán a donde estaba el hombre, afuera, junto a la fuente.
30 Y sucedió que como viese el pendiente, y los brazaletes en las manos de su hermana, y como oyese las palabras de Rebeca su hermana, que decía: Así me habló el hombre; vino al hombre; y he aquí que éste estaba junto a los camellos, cerca de la fuente.
31 Y le dijo: ¡Entra, bendito de Jehová! ¿por qué te quedas afuera? pues tengo preparada la casa, y el lugar para los camellos.
32 Vino entonces el hombre a la casa, y descinchó los camellos. Entretanto le dió Labán paja y forraje para los camellos, y agua para lavarse los pies, y los pies de los hombres que con él venían.
33 Y le sirvieron de comer; mas él dijo: No comeré hasta que haya dicho el asunto que me trae. A lo que respondió Labán: Habla.
34 Dijo pues: Siervo de Abraham soy.
35 Y Jehová ha bendecido mucho a mi señor, de modo que él se ha engrandecido; porque le ha dado rebaños, y vacadas, y plata, y oro, y siervos, y siervas, y camellos y asnos.
36 Y Sara, mujer de mi señor, parió hijo a mi señor, después de envejecida, a quien él ha dado todo cuanto tiene.
37 Y juramentóme mi señor, diciendo: No tomarás mujer para mi hijo de las hijas de los Cananeos en cuya tierra habito;
38 sino que irás a casa de mi padre y a mi parentela, y tomarás de allí mujer para mi hijo.
39 Y yo dije a mi señor: Tal vez no querrá la mujer seguirme.
40 Mas él respondió: Jehová, delante de quien yo ando, enviará su ángel contigo, y prosperará tu camino, a fin de que tomes mujer para mi hijo de mi parentela y de la casa de mi padre.
41 Cuando hayas ido a mi parentela, entonces estarás libre de mi juramento; porque si no te la dieren, quedarás libre de mi juramento.
42 Llegué pues hoy a la fuente, y dije: Jehová, Dios de mi señor Abraham, si es así que prosperas mi camino por donde ando,
43 heme aquí junto a la fuente de las aguas; suceda pues que la doncella que saliere a sacar agua, a quien yo dijere: Déjame beber, te suplico, un poco de agua de tu cántaro;
44 y me respondiere: Bebe tú, y también para tus camellos sacaré, sea esta la mujer que Jehová ha designado para el hijo de mi señor.
45 Y aun no acababa de hablar en mi corazón, cuando he aquí a Rebeca, que salía con su cántaro sobre el hombro; y bajó a la fuente, y sacó agua. Y yo le dije: Ruégote me dés de beber.
46 Entonces ella apresuróse a bajar su cántaro de sobre sí, diciendo: Bebe, y también a tus camellos daré de beber. Bebí pues, y también a los camellos dió ella de beber.
47 Y le pregunté, diciendo: ¿De quién eres hija? Y me respondió: Hija de Betuel, hijo de Nacor, a quien Milca le parió. Entonces le puse este pendiente en la nariz, y los brazaletes en las manos;
48 e incliné la cabeza y adoré a Jehová, y bendije a Jehová, el Dios de mi señor Abraham, que me había guiado por camino recto, a tomar la hija del hermano de mi señor, para su hijo.
49 Ahora pues, si queréis usar de benevolencia y lealtad con mi señor, declarádmelo; y si no, declarádmelo; para que me vuelva a la derecha o a la izquierda.
50 ¡Entonces respondieron Labán y Betuel, diciendo: De Jehová procede esto; nosotros no podemos decirte mal ni bien.
51 He aquí a Rebeca delante de ti, tómala y véte, y sea ella mujer del hijo de tu señor, como lo tiene ordenado Jehová.
52 Y fué así que como oyese el siervo de Abraham sus palabras, postróse en tierra ante Jehová.
53 Y sacó el siervo alhajas de plata y alhajas de oro y vestidos, y diólos a Rebeca; dió también cosas preciosas a su hermano y a su madre.
54 Y comieron y bebieron él y los hombres que con él venían, y pasaron allí la noche. Y cuando se levantaron por la mañana, él dijo: Enviadme a mi señor.
55 A lo cual respondieron el hermano de ella. y su madre: Quédese la muchacha con nosotros algunos días, a lo menos diez, y después irá.
56 Mas él les respondió: No me detengáis, ya que Jehová ha prosperado mi camino; despachadme, para que vaya a mi señor.
57 Entonces dijeron: Llamemos a la muchacha, e inquiramos de su boca.
58 Llamaron pues a Rebeca, y le dijeron: ¿Irás tú con este hombre? Y ella respondió: Sí, iré.
59 De suerte que enviaron a Rebeca su hermana y su nodriza, y al siervo de Abraham y sus hombres.
60 Y bendijeron a Rebeca, diciéndole: ¡Tú, hermana nuestra, seas madre de miles de millares; y posea tu descendencia la puerta de sus enemigos!
61 Entonces levantóse Rebeca con sus doncellas, y, montadas sobre los camellos, siguieron al hombre. De manera que tomó el siervo a Rebeca, y se fué.
62 E Isaac volvía de dar un paseo del pozo del Viviente-que-me-ve: pues habitaba en la tierra del Mediodía;
63 y había salido Isaac al campo a meditar a la hora de la tarde, cuando alzando los ojos miró, y he aquí que venían los camellos.
64 Alzó también Rebeca los ojos y vió a Isaac, y bajóse del camello;
65 porque había preguntado al siervo: ¿Quién es aquel hombre que viene andando por el campo a nuestro encuentro? y habíale contestado el siervo: Aquél es mi señor. Ella pues tomó su velo, y cubrióse.
66 Y contó el siervo a Isaac todo lo que había hecho.
67 Y trájola Isaac a la tienda de su madre, y tomó a Rebeca; y ella fué su mujer, y él la amó. Así consolóse Isaac después de la muerte de su madre.
Comentario de Génesis 24 por Matthew Henry
Matrimonios y funerales son los cambios de las familias y las noticias comunes entre los habitantes de los pueblos. En el capítulo anterior, tuvimos a Abraham enterrando a su esposa, y aquí lo tenemos casando a su hijo. Estas historias sobre su familia, con sus circunstancias minuciosas, se relatan en detalle, mientras que las historias de los reinos del mundo que existían en ese momento, con sus revoluciones, quedan en silencio; porque el Señor conoce a los que son suyos. La inclusión del matrimonio de Isaac en el funeral de Sara (con una referencia particular a ello en el versículo 67) nos muestra que “una generación pasa y otra generación viene”; y así se conserva la sucesión tanto de la naturaleza humana como del pacto. Aquí tenemos: I. La preocupación de Abraham por casar a su hijo y la orden que le dio a su siervo al respecto (v. 1-9). II. El viaje de su siervo al país de Abraham para buscar una esposa para su joven amo entre sus propios parientes (v. 10-14). III. La amable providencia que lo puso en contacto con Rebeca, cuyo padre era primo hermano de Isaac (v. 15-28). IV. El tratado de matrimonio con los parientes de ella (v. 29-49). V. La obtención de su consentimiento (v. 50-60). VI. El feliz encuentro y matrimonio entre Isaac y Rebeca (v. 61, etc.).
Génesis 24:1-9
Podemos observar tres cosas aquí con respecto a Abraham:
I. La preocupación que tuvo por su buen hijo, para casarlo bien. Era hora de pensar en ello ahora, porque Isaac tenía alrededor de cuarenta años y había sido costumbre de sus antepasados casarse a los treinta, o antes, Génesis 11:14, 18, 22, 24. Abraham creía en la promesa de la multiplicación de su familia, y por lo tanto, no tenía prisa; no más prisa de la que su buen juicio le permitiera. Dos consideraciones lo llevaron a pensar en ello ahora (v. 1): 1. Que él mismo probablemente dejaría el mundo rápidamente, porque era viejo y avanzado en edad, y sería una satisfacción para él ver a su hijo establecido antes de morir; y 2. Que tenía una buena herencia para dejar detrás de él, porque el Señor lo había bendecido en todas las cosas; y la bendición del Señor enriquece. Vemos cuánto la religión y la piedad ayudan a la prosperidad externa. Ahora, la cuidadosa preocupación de Abraham por su hijo era: 1. Que no se casara con una hija de Canaán, sino con una de sus parientes. Vio que los cananeos estaban degenerando en gran maldad y sabía por revelación que estaban destinados a la ruina, y por lo tanto, no quería que su hijo se casara entre ellos, no fuera que fueran una trampa para su alma o, al menos, una mancha para su nombre. 2. Que no debía dejar la tierra de Canaán, ni siquiera para elegir una esposa, para que no fuera tentado a establecerse allí. Esta precaución se menciona en el versículo 6 y se repite en el versículo 8. “No hagas volver a mi hijo allá, pase lo que pase. Que prefiera quedarse soltero antes que exponerse a esa tentación”. Nota: Los padres, al disponer de sus hijos, deben consultar cuidadosamente el bienestar de sus almas y su avance en el camino hacia el cielo. Aquellos que, por la gracia de Dios, han escapado de la corrupción que hay en el mundo por la concupiscencia, y han criado a sus hijos de acuerdo con ello, deben tener cuidado de no hacer nada que los pueda enredar de nuevo y vencerlos, 2 Pedro 2:20. Cuídense de no hacer que vuelvan allá, Hebreos 11:15.
II. La orden que dio a su siervo, probablemente a Eliezer de Damasco, uno de los siervos cuya conducta, fidelidad y afecto hacia él y su familia había experimentado durante mucho tiempo. Confió en él este gran asunto, y no a Isaac mismo, porque no quería que Isaac fuera a ese país, sino que se casara allí por poder; y no hay un apoderado más adecuado que este mayordomo de su casa. Este asunto se arregló entre el amo y el siervo con mucho cuidado y solemnidad. 1. El siervo debe estar sujeto a un juramento para hacer todo lo posible para conseguir una esposa para Isaac de entre sus parientes (v. 2-4). Abraham lo hace jurar, tanto para su propia satisfacción como para comprometer a su siervo a prestar el mayor cuidado y diligencia posibles en este asunto. Así, Dios hace jurar a sus siervos en su obra, para que, habiendo jurado, la cumplan. Se hace honor aquí al Dios eterno, porque es a Él a quien se jura, a quien solo se deben hacer estos llamamientos. Y algunos piensan que se honra al pacto de la circuncisión con la ceremonia aquí usada de poner la mano debajo del muslo. Nota: Los juramentos deben tomarse con gran precaución, y la materia por la que se jura debe entenderse y limitarse correctamente, porque es un lazo para devorar lo que es santo y, después de los votos, para hacer la investigación que debería haberse hecho antes.
III. La confianza que puso en un buen Dios, que, sin duda, le dará éxito a su siervo en esta empresa (v. 7). Él recuerda que Dios lo había sacado maravillosamente de la tierra de su nacimiento, por la eficaz llamada de su gracia; por lo tanto, no duda que le sucederá en su cuidado de no hacer volver a su hijo allá. También recuerda la promesa que Dios le había hecho y confirmado de que daría Canaán a su descendencia, y de ahí infiere que Dios lo reconocería en sus es fuerzos por encontrarle esposa, no entre esas naciones condenadas, sino entre una que fuera digna de ser madre de tal descendencia. “Por lo tanto, no temas; Él enviará a su ángel delante de ti para hacer próspero tu camino”. Nota: 1. Aquellos que cuidadosamente se mantienen en el camino del deber y se guían por los principios de su religión en sus diseños y emprendimientos, tienen buenas razones para esperar prosperidad y éxito en ellos. Dios hará que eso termine en nuestro consuelo en el que sinceramente buscamos su gloria. 2. Las promesas de Dios y nuestras propias experiencias son suficientes para alentar nuestra dependencia de Dios y nuestras expectativas de Él en todos los asuntos de esta vida. 3. Los ángeles de Dios son espíritus ministradores, enviados, no solo para la protección, sino también para la guía de los herederos de la promesa, Hebreos 1:14. “Él enviará a su ángel delante de ti, y luego te irá bien”.
Génesis 24:10-28
Ahora el siervo de Abraham comienza a tener un papel importante en esta historia; y, aunque no se menciona su nombre, mucho se registra aquí en su honor y como ejemplo para todos los siervos, que serán honrados si, al servir fielmente a Dios y a sus amos, adornan la doctrina de Cristo (compara Proverbios 27:18 con Tito 2:10); porque para Dios no hay acepción de personas, Colosenses 3:24, 25. Un buen siervo que tiene conciencia del deber de su posición y lo cumple en el temor de Dios, aunque no destaque en el mundo ni reciba elogios de los hombres, será reconocido y aceptado por Dios y recibirá alabanzas de Él. Observa aquí,
I. Cómo el fiel siervo de Abraham se aprobó a sí mismo ante su amo. Después de recibir su encargo, se puso en marcha con toda diligencia en su viaje, con un equipaje adecuado para el propósito de su negociación (v. 10), y tenía consigo todos los bienes de su amo, es decir, un inventario o un informe detallado de ellos, para mostrar a aquellos con quienes tenía que tratar; porque, desde el principio hasta el final, consultó el honor de su amo. Siendo Isaac un tipo de Cristo, algunos hacen que esta búsqueda de una esposa para él signifique el compromiso de la iglesia por medio de sus siervos, los ministros. La iglesia es la novia, la esposa del Cordero, Apocalipsis 21:9. Cristo es el esposo, y los ministros son los amigos del esposo (Juan 3:29), cuya labor es persuadir a las almas a que consientan en Él, 2 Corintios 11:2. La esposa de Cristo no debe ser de los cananeos, sino de su propia parentela, nacida de nuevo desde arriba. Los ministros, como el siervo de Abraham, deben entregarse con la máxima sabiduría y cuidado para servir los intereses de su maestro en esto.
II. Cómo él reconoció devotamente a Dios en este asunto, como uno de los miembros de esa feliz familia a la que Abraham había mandado a guardar el camino del Señor, etc., Génesis 18:19. Llegó temprano en la tarde (después de muchos días de viaje) al lugar de su destino, y se reposó junto a un pozo de agua para considerar cómo podría gestionar su negocio de la mejor manera. Y,
- Él reconoce a Dios mediante una oración específica (v. 12-14), en la que, (1.) Pide prosperidad y buen éxito en este asunto: “Envíame prosperidad, te ruego, en este día”. Nota: Tenemos permiso para ser específicos al recomendar nuestros asuntos a la dirección y cuidado de la Providencia divina. Aquellos que desean prosperar deben orar por ello. “Hoy, en este asunto”; así debemos reconocer a Dios en todos nuestros caminos, Proverbios 3:6. Y, si miramos así a Dios en todas nuestras empresas en las que nos preocupamos, tendremos el consuelo de haber hecho nuestro deber, cualquiera que sea el resultado. (2.) Apela al pacto de Dios con su amo Abraham: “Oh Dios de mi amo Abraham, muestra amabilidad hacia él”. Nota: Así como los hijos de buenos padres, también los siervos de buenos amos tienen un estímulo especial en las oraciones que ofrecen a Dios por prosperidad y éxito. (3.) Propone una señal (v. 14), no para limitar a Dios por ella, ni con la intención de no continuar si no se le concede, sino como una oración, [1.] Para que Dios provea una buena esposa para su joven amo, y esta es una buena oración. Sabía que una esposa prudente viene del Señor (Proverbios 19:14), y por eso debe ser consultado en esto. Desea que la esposa de su amo sea una mujer humilde y trabajadora, educada para el cuidado y el trabajo, dispuesta a poner manos a la obra que haya que hacer; y que sea de carácter cortés y caritativa con los extraños. Cuando fue a buscar una esposa para su amo, no fue al teatro ni al parque y oró para encontrar una allí, sino que fue al pozo de agua, esperando encontrar a alguien allí ocupada. [2.] Que Dios, por favor, haga su camino en este asunto, claro y evidente ante él, mediante la concurrencia de circunstancias mínimas a su favor. Nota, Primero, es el consuelo, así como la creencia, de un buen hombre, que la providencia de Dios se extiende a los acontecimientos más pequeños y sirve admirablemente a sus propios propósitos por medio de ellos. Nuestros tiempos están en la mano de Dios; no solo los acontecimientos en sí mismos, sino los tiempos de ellos. En segundo lugar, es nuestra sabiduría, en todos nuestros asuntos, seguir la Providencia, y es una tontería forzarla. En tercer lugar, es muy deseable, y es algo por lo que podemos orar legalmente, mientras que en general establecemos la voluntad de Dios delante de nosotros como nuestra regla, que nos dirija en el camino de nuestro deber y nos dé indicaciones de lo que es su mente. Así guía a su pueblo con su ojo (Salmo 32:8) y los guía por un camino llano, Salmo 27:11.
- Dios lo reconoce por una providencia particular. Él decretó la cosa y fue establecida para él, Job 22:28. Según su fe, así le fue hecho. La respuesta a esta oración fue, (1.) Rápida, antes de que hubiera terminado de hablar (v. 15), como está escrito (Isaías 65:24): Mientras aún hablan, yo oiré. Aunque seamos reacios a orar, Dios está dispuesto a escuchar la oración. (2.) Satisfactoria: la primera que vino a sacar agua fue, y lo hizo en todo, según su propio corazón. [1.] Estaba tan bien calificada que en todos los aspectos respondía a los caracteres que él deseaba en la mujer que sería la esposa de su amo, hermosa y saludable, humilde y trabajadora, muy cortés y amable con un extraño, y tenía todas las señales de una buena disposición. Cuando llegó al pozo (v. 16), bajó a llenar su cántaro y subió para ir a casa con él. No se detuvo a mirar al hombre extraño y sus camellos, sino que se ocupó de su negocio y no la habrían distraído más que por una oportunidad de hacer el bien. No se entretuvo en hablar con él, sino que le respondió con modestia, con toda la decencia que correspondía a su sexo. ¡En qué edad degenerada vivimos, en la que aparecen todos los ejemplos de orgullo, lujo y pereza, lo contrario del carácter de Rebeca, cuyas hijas son pocas! Aquellos ejemplos de bondad que entonces estaban en honor ahora están en desprecio. [2.] La Providencia dispuso que hiciera exactamente lo que respondiera a su señal y que fuera maravillosamente el contrapunto de su propuesta: no solo le dio de beber, sino que, lo que era más de lo que se podía esperar, ofreció sus servicios para dar de beber a sus camellos, que era la señal que él había propuesto. Nota, en primer lugar, Dios, en su providencia, a veces maravillosamente reconoce la oración de fe y satisface los deseos inocentes de su pueblo que ora, incluso en cosas pequeñas, para mostrar la amplitud de su cuidado y alentarlos en todo momento a buscarlo y confiar en Él; sin embargo, debemos tener cuidado de ser demasiado atrevidos al prescribir a Dios, no sea que el resultado debilite nuestra fe en lugar de fortalecerla. En segundo lugar, es bueno aprovechar todas las oportunidades para mostrar una disposición humilde, cortés y caritativa, porque, en algún momento u otro, puede resultar más en nuestro honor y beneficio de lo que pensamos; algunos por esto han entretenido ángeles, y así, más allá de sus expectativas en este momento, Rebeca fue llevada a la línea de Cristo y del pacto. En tercer lugar, puede haber mucha amabilidad en lo que cuesta poco: nuestro Salvador ha prometido una recompensa por un vaso de agua fría, Mateo 10:42. En cuarto lugar, la concurrencia de providencias y sus circunstancias mínimas, para el fomento de nuestro éxito en cualquier negocio, deben ser observadas particularmente, con asombro y agradecimiento, para la gloria de Dios: El hombre se maravilló, v. 21. Hemos sido negligentes con nosotros mismos, tanto en deber como en comodidad, por descuidar observar la Providencia. [3.] Al preguntar descubrió, para su gran satisfacción, que ella era pariente cercana de su amo y que la familia de la que era parte era considerable y capaz de darle hospedaje, v. 23-25. Nota, la Providencia a veces dirige maravillosamente a aquellos que por fe y oración buscan dirección del cielo en la elección de compañeros adecuados: dichosos serán aquellos matrimonios que se hagan en el temor de Dios; y estamos seguros de que estos se hacen en el cielo.
- Él reconoce a Dios en un agradecimiento particular. Primero mostró su respeto a Rebeca, en gratitud por su cortesía (v. 22), obsequiándola con ornamentos y vestimenta como una doncella, especialmente una novia, no puede olvidar (Jeremías 2:32), lo cual, pensamos, no concordaba bien con el cántaro de agua; pero los aretes y las pulseras que a veces llevaba no la hacían creerse superior a las labores de una mujer virtuosa (Proverbios 31:13), que trabaja de buena gana con sus manos; ni a los servicios de un niño, que, mientras está bajo edad, no difiere en nada de un siervo, Gálatas 4:1. Habiendo hecho esto, convierte su admiración (v. 21) en adoración: Bendito sea el Señor Dios de mi amo Abraham, v. 26, 27. Observa aquí, (1.) Él había orado por un buen éxito (v. 12), y ahora que había tenido éxito, da gracias. Nota, Lo que ganamos mediante la oración debemos llevarlo con alabanza; porque las misericordias en respuesta a la oración nos colocan bajo obligaciones particulares. (2.) Hasta el momento tenía solo una perspectiva reconfortante de misericordia, y no estaba seguro de cuál podría ser el resultado; sin embargo, da gracias. Nota, Cuando las bendiciones de Dios vienen hacia nosotros, debemos recibirlas con alabanzas. (3.) Bendice a Dios por el éxito cuando estaba negociando para su amo. Nota, Debemos estar agradecidos por las bendiciones de nuestros amigos como si fueran nuestras propias bendiciones. (4.) Da gracias porque, estando en el camino, sin saber qué rumbo tomar, el Señor lo había guiado. Nota, En casos dudosos, es muy reconfortante ver a Dios guiándonos, como guió a Israel en el desierto mediante la columna de nube y fuego. (5.) Se considera muy feliz y reconoce a Dios en ello, porque lo guió a la casa de los hermanos de su amo, aquellos de ellos que habían salido de Ur de los caldeos, aunque no habían llegado a Canaán, sino que se quedaron en Harán. No eran idólatras, sino adoradores del Dios verdadero y inclinados a la religión de la familia de Abraham. Nota, Dios debe ser reconocido al proveer compañeros adecuados, especialmente aquellos que son afines en la religión. (6.) Reconoce que Dios, en esto, no había dejado a su amo desprovisto de su misericordia y verdad. Dios había prometido edificar la familia de Abraham, sin embargo, parecía desprovista del beneficio de esa promesa; pero ahora la Providencia está trabajando para cumplirla. Nota, [1.] Los fieles de Dios, por desprovistos que estén de comodidades mundanas, nunca serán desprovistos de la misericordia y verdad de Dios; porque la misericordia de Dios es un manantial inagotable y su verdad un fundamento inviolable. [2.] Agrega mucho a la comodidad de cualquier bendición ver en ella la continuidad de la misericordia y verdad de Dios.
Génesis 24:29-53
Aquí tenemos la culminación del matrimonio entre Isaac y Rebeca. Se relata muy detallada y minuciosamente, incluso en los detalles más pequeños, que podríamos pensar que podrían haberse omitido, mientras que otras cosas de gran importancia y misterio (como la historia de Melquisedec) se relatan en pocas palabras. Así es como Dios oculta lo que es curioso a los sabios y prudentes, revela a los pequeños lo que es común y accesible a su capacidad (Mateo 11:25), y gobierna y salva al mundo mediante la locura de la predicación, 1 Corintios 1:21. De esta manera también se nos dirige a tener en cuenta la providencia de Dios en los pequeños acontecimientos comunes de la vida humana y en ellos también ejercitar nuestras propias virtudes y prudencia; porque la Escritura no fue diseñada solo para el uso de filósofos y estadistas, sino para hacernos a todos sabios y virtuosos en la conducción de nosotros mismos y nuestras familias. Aquí tenemos,
I. La muy amable recepción que los parientes de Rebeca dieron al siervo de Abraham. Su hermano Labán fue a invitarlo y conducirlo, pero no lo hizo hasta que vio los aretes y las pulseras en las manos de su hermana, v. 30. “Oh,” piensa Labán, “aquí hay un hombre del que se puede obtener algo, un hombre rico y generoso; asegurémonos de darle la bienvenida”. Sabemos tanto del carácter de Labán por la historia siguiente como para pensar que no habría sido tan generoso con su entretenimiento si no hubiera esperado que le pagaran bien, como lo hicieron, v. 53. Nota, El regalo de un hombre le abre camino (Proverbios 18:16), en cualquier dirección que se vuelva, prospera, Proverbios 17:8. 1. La invitación fue amable: Entra, tú que eres bendito del Señor, v. 31. Vieron que era rico, y por lo tanto lo consideraron bendecido del Señor; o quizás, porque escucharon de Rebeca (v. 28) o las palabras graciosas que salieron de su boca, lo consideraron un buen hombre y, por lo tanto, bendecido del Señor. Nota, Aquellos que son bendecidos por Dios deberían ser bienvenidos para nosotros. Es bueno reconocer a aquellos a quienes Dios reconoce. 2. El entretenimiento fue amable, v. 32, 33. Tanto la casa como el establo estaban bien surtidos, y se invitó al siervo de Abraham a hacer uso gratuito de ambos. Se cuidó especialmente de los camellos; porque un buen hombre cuida de la vida de su bestia, Proverbios 12:10. Si el buey conoce a su dueño para servirlo, el dueño debería conocer a su buey para proporcionarle lo que le conviene.
II. El informe completo que les dio de su encargo y la solicitud que les hizo para obtener su consentimiento con respecto a Rebeca. Observa,
- Cuán atento estaba a su negocio; aunque había vuelto de un viaje y había llegado a una buena casa, no comería hasta que hubiera contado su encargo, v. 33. Nota, La realización de nuestro trabajo y el cumplimiento de nuestros encargos, ya sea para Dios o para el hombre, deberían ser preferidos por nosotros antes que nuestra comida necesaria: fue la comida y bebida de nuestro Salvador, Juan 4:34.
- Cuán ingenioso era en la gestión de ello; se aprobó a sí mismo, en este asunto, tanto un hombre prudente como un hombre de integridad, fiel a su amo en quien confiaba y justo para aquellos con quienes ahora trató.
(1.) Da un breve relato del estado de la familia de su amo, v. 34–36. Ya era bienvenido antes, pero podemos suponer que lo recibieron doblemente bien cuando dijo: Yo soy el siervo de Abraham. El nombre de Abraham, sin duda, era bien conocido entre ellos y respetado, y podríamos suponer que no eran del todo ignorantes de su estado, porque Abraham conocía el de ellos, Génesis 22:20–24. Sugiere dos cosas para recomendar su propuesta:—[1.] Que su amo Abraham, mediante la bendición de Dios, tenía una muy buena hacienda; y, [2.] Que lo había establecido todo en Isaac, por quien ahora era pretendiente.
(2.) Les cuenta la orden que su amo le había dado de buscar una esposa para su hijo entre sus parientes, con la razón de ello, v. 37, 38. Así insinúa una sugerencia agradable, que aunque Abraham se había mudado a un país a tanta distancia, aún conservaba el recuerdo de sus parientes que había dejado atrás y un respeto por ellos. Los grados más altos del afecto divino no deben privarnos del afecto natural. También anticipa una objeción: que si Isaac fuera digno, no necesitaría enviar tan lejos por una esposa: ¿por qué no se casó más cerca de casa? “Por una buena razón”, dice él; “el hijo de mi amo no debe casarse con una cananea”. Recomienda aún más su propuesta, [1.] Desde la fe que tenía su amo de que tendría éxito, v. 40. Abraham tomó ánimo del testimonio de su conciencia de que caminaba delante de Dios en un curso regular de vida santa, y de ahí infería que Dios lo prosperaría; probablemente se refiere a la alianza que Dios había hecho con él (Génesis 17:1), Yo soy Dios, omnipotente, anda delante de mí. Por lo tanto, dice él, el Dios delante de quien ando enviará a su ángel. Nota, Mientras hacemos conciencia de nuestra parte del pacto, podemos disfrutar del confort de la parte de Dios en él; y debemos aprender a aplicar promesas generales a casos particulares, según sea necesario. [2.] Desde el cuidado que él mismo había tenido de preservar su libertad de dar o negar su consentimiento, según lo vieran conveniente, sin incurrir en la culpa del perjurio (v. 39–41), lo que lo mostró, en general, como un hombre cauteloso, y especialmente cuidadoso de que su consentimiento no fuera forzado, sino libre o no del todo.
(3.) Les relata la maravillosa concurrencia de providencias, para respaldar y promover la propuesta, mostrando claramente el dedo de Dios en ello. [1.] Les cuenta cómo había orado por dirección mediante una señal, v. 42–44. Nota, Es bueno tratar con aquellos que llevan a Dios consigo en sus tratos mediante la oración. [2.] Cómo Dios había respondido a su oración en la misma letra de ella. Aunque solo habló en su corazón (v. 45), lo cual quizás menciona para que no se sospeche que Rebeca había oído su oración y la había complacido deliberadamente. “No”, dice él, “lo dije en mi corazón, así que nadie lo oyó excepto Dios, a quien los pensamientos son palabras, y de él vino la respuesta”, v. 46, 47. [3.] Cómo había reconocido inmediatamente la bondad de Dios en ello, expresándolo de esta manera: que Dios lo había llevado por el buen camino. Nota, El camino de Dios es siempre el camino correcto (Salmos 107:7), y los que son bien dirigidos son bien guiados por él.
(4.) Él refiere justamente el asunto a su consideración y espera su decisión (v. 49): “Si tratan bondadosa y sinceramente con mi amo, está bien; si son sinceramente amables, aceptarán la propuesta y yo obtendré lo que vine a buscar; si no, no me retengan en suspenso”. Nota, Aquellos que tratan con justicia tienen razones para esperar un trato justo.
(5.) Aceptan libre y alegremente la propuesta sobre un principio muy bueno (v. 50): “El asunto procede del Señor, la Providencia sonríe sobre él y no tenemos objeciones en su contra”. No cuestionan la distancia del lugar, el abandono de Abraham, o el hecho de que no tenía tierra en posesión, sino solo bienes personales: no cuestionan la veracidad de lo que dijo este hombre, pero, [1.] Confían mucho en su integridad. Sería bueno si la honestidad prevaleciera tan universalmente entre los hombres que pudiera ser tan prudente como es de buena naturaleza creer en la palabra de un hombre. [2.] Confían más en la providencia de Dios, y por lo tanto, con su silencio, dan su consentimiento, porque parece estar dirigido y dispuesto por la Sabiduría Infinita. Nota, Un matrimonio es probable que sea cómodo cuando parece proceder del Señor.
(6.) El siervo de Abraham hace un agradecido reconocimiento del buen éxito que ha obtenido, [1.] A Dios: Él adoró al Señor, v. 52. Observa, en primer lugar, que a medida que su buen éxito continuaba, él continuaba bendiciendo a Dios. Aquellos que oran sin cesar deben dar gracias en todo, y reconocer a Dios en cada paso de misericordia. En segundo lugar, Dios envió a su ángel delante de él, y le dio éxito, v. 7, 40. Pero cuando tiene el éxito deseado, adora a Dios, no al ángel. Cualquier beneficio que obtengamos mediante la administración de los ángeles, toda la gloria debe ser dada al Señor de los ángeles, Apocalipsis 22:9. [2.] Él muestra sus respetos a la familia también, y en particular a la novia, v. 53. Él la presentó, junto con su madre y su hermano, con muchas cosas preciosas, tanto para dar una prueba real de la riqueza y generosidad de su amo como en gratitud por su cortesía hacia él, y además para ganarse su favor.
Génesis 24:54-61
Rebeca está aquí despidiéndose de la casa de su padre. Y 1. El siervo de Abraham presiona para ser despedido. Aunque él y su compañía fueron muy bienvenidos y muy alegres allí, él dijo: “Déjame ir” (v. 54), y de nuevo, v. 56. Sabía que su amo lo esperaría en casa con impaciencia; tenía negocios que hacer en casa que lo necesitaban, y por lo tanto, como alguien que prefería su trabajo antes que su placer, quería apresurarse a casa. Nota que el linger y el loiter no son apropiados para un hombre sabio y bueno; cuando hemos despachado nuestros asuntos en el extranjero, no debemos retrasar nuestro regreso a nuestros asuntos en casa, ni estar más lejos de ello de lo necesario; porque como un pájaro que se aleja de su nido, así es aquel que se aleja de su lugar, Proverbios 27:8. 2. Los parientes de Rebeca, por afecto natural y según la expresión habitual de amabilidad en ese caso, solicitan que ella se quede un tiempo entre ellos, v. 55. No podían pensar en separarse de ella de repente, especialmente cuando estaba a punto de mudarse tan lejos y no era probable que se volvieran a ver: Permítenos que se quede unos días, al menos diez, lo que hace que sea una solicitud tan razonable como la lectura en el margen parece hacerla poco razonable, un año, o al menos diez meses. Habían consentido en el matrimonio, y sin embargo, les costaba mucho despedirse de ella. Nota que es una instancia de la vanidad de este mundo que no hay nada en él tan agradable que no tenga su aleación. Nulla est sincera voluptas—No hay placer sin mezcla. Les complacía haber emparejado tan bien a una hija de su familia, y sin embargo, cuando llegó el momento final, fue con gran reticencia que la enviaron lejos. 3. Rebeca misma determinó el asunto. A ella apelaron, como era apropiado que lo hicieran (v. 57): Llama a la doncella (que se había retirado a su apartamento con un modesto silencio) e inquiere de ella. Nota que los hijos no deben casarse sin el consentimiento de sus padres, y los padres no deben casarlos sin el suyo. Antes de que se resuelva el asunto, “Pregunta a la doncella”; ella es una de las partes principalmente interesadas y, por lo tanto, debe ser principalmente consultada. Rebeca consintió, no solo en irse, sino en irse inmediatamente: Iré (v. 58). Podemos esperar que la atención que había prestado a la piedad y devoción del siervo le dio tal idea de la prevalencia de la religión y la piedad en la familia a la que iba a ir que la hizo desear apresurarse hacia allí y estar dispuesta a olvidar a su propio pueblo y la casa de su padre, donde la religión no tenía tanto ascendiente. 4. En consecuencia, ella es enviada con el siervo de Abraham; no, suponemos, al día siguiente, pero muy rápidamente: sus amigos ven que tiene un buen corazón para ello, y por lo tanto la despiden, (1.) Con acompañantes adecuados: su nodriza (v. 59), sus doncellas, v. 61. Parece, entonces, que cuando fue al pozo a buscar agua, no fue porque no tuviera sirvientas a su disposición, sino porque encontraba placer en obras de humilde industria. Ahora que iba entre extraños, era apropiado que llevara consigo a aquellos con quienes estaba familiarizada. Aquí no se dice nada de su dote. Sus méritos personales eran una dote en ella, no necesitaba ninguna con ella, ni eso entró nunca en la negociación del matrimonio. (2.) Con sinceros buenos deseos: Bendijeron a Rebeca, v. 60. Nota que cuando nuestros parientes están entrando en una nueva condición, debemos recomendarlos por oración a la bendición y la gracia de Dios. Ahora que iba a ser esposa, oraron para que fuera madre de una descendencia numerosa y victoriosa. Tal vez el siervo de Abraham les había hablado de la promesa que Dios había hecho recientemente a su amo, lo cual es probable que Abraham haya comunicado a su familia, de que Dios multiplicaría su descendencia como las estrellas del cielo y que poseerían la puerta de sus enemigos (cap. 22:17), a lo que tenían en cuenta en esta bendición, Sé tú la madre de esa descendencia.
Génesis 24:62-67
Isaac y Rebeca son, finalmente, felizmente reunidos. Observa,
I. Isaac estaba bien ocupado cuando conoció a Rebeca: salió a meditar o orar en el campo, al atardecer, v. 62, 63. Algunos piensan que esperaba el regreso de sus siervos en este momento, y salió a propósito para encontrarse con ellos. Pero, parece, que salió por otro motivo, para aprovechar la noche tranquila y un campo solitario para meditar y orar, esos ejercicios divinos con los que conversamos con Dios y con nuestros propios corazones. Nota que las almas santas aman la soledad. Nos hará bien que a menudo nos dejen solos, caminando solos y sentándonos solos; y, si tenemos el arte de mejorar la soledad, descubriremos que nunca estamos menos solos que cuando estamos solos. La meditación y la oración deben ser tanto nuestro negocio como nuestro deleite cuando estamos solos; mientras tenemos un Dios, un Cristo y un cielo, con los que familiarizarnos y asegurar nuestro interés en ellos, no necesitamos buscar temas para la meditación y la oración, que, si van juntas, se favorecerán mutuamente. Nuestros paseos por el campo son realmente agradables cuando en ellos nos aplicamos a la meditación y la oración. Allí tenemos una perspectiva libre y abierta de los cielos sobre nosotros y de la tierra a nuestro alrededor, y el anfitrión y las riquezas de ambos, por la vista de los cuales deberíamos ser llevados a la contemplación del Hacedor y dueño de todo. Los ejercicios de devoción deben ser el refrigerio y el entretenimiento de la noche, para aliviarnos de la fatiga causada por el cuidado y los negocios del día, y para prepararnos para el reposo y el sueño de la noche. Las providencias misericordiosas son entonces doblemente cómodas cuando nos encuentran bien ocupados y en el camino de nuestro deber. Algunos piensan que Isaac estaba orando por buen éxito en este asunto que estaba pendiente, y meditando en lo que era apropiado para animar su esperanza en Dios con respecto a él; y ahora, cuando se coloca, por así decirlo, en su atalaya, para ver lo que Dios le responderá, como el profeta (Habacuc 2:1), ve venir a los camellos. A veces, Dios envía la misericordia por la que se ora de inmediato, Hechos 12:12.
II. Rebeca se comportó de manera muy adecuada cuando conoció a Isaac: al entender quién era él, se bajó de su camello (v. 64) y tomó un velo, y se cubrió (v. 65), en señal de humildad, modestia y sumisión. No lo reprendió por no venir él mismo a buscarla, o al menos a encontrarse con ella un día o dos de viaje, no se quejó de la tediosidad de su viaje o de la dificultad de dejar a sus parientes para ir a un lugar extraño; pero, habiendo visto que la Providencia iba delante de ella en el asunto, se acomoda con alegría a su nueva relación. Aquellos que por fe están desposados con Cristo, y quisieran presentarse como vírgenes castas ante él, deben, en conformidad con su ejemplo, humillarse, como Rebeca, que se bajó cuando vio a Isaac a pie, y deben someterse a él, que es su cabeza (Efesios 5:24), como Rebeca, indicándolo con el velo que se puso, 1 Corintios 11:10.
III. Fueron reunidos (probablemente después de un mayor conocimiento mutuo), para su mutuo consuelo, v. 67. Observa aquí, 1. Qué hijo cariñoso era él para su madre: hacía unos tres años desde su muerte, y aún así, no había sido, hasta ahora, consolado por ello; la herida que esa aflicción le causó a su espíritu tierno sangró durante mucho tiempo y nunca se curó hasta que Dios lo trajo a esta nueva relación. Así las cruces y los consuelos son balances uno para otro (Eclesiastés 7:14) y ayudan a mantener la balanza nivelada. 2. Qué esposo cariñoso era él para su esposa. Nota que aquellos que se han probado bien en una relación, se puede esperar que lo hagan también en otra: Ella se convirtió en su esposa, y él la amó; había toda la razón en el mundo para que lo hiciera, porque los hombres deben amar a sus esposas como a sí mismos. El deber de la relación se hace entonces, y el consuelo de la relación se disfruta entonces, cuando el amor mutuo lo gobierna; porque allí el Señor ordena la bendición.
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